sábado, 21 de julio de 2012

TEATRO CORTO de Zebra Teatro.

TEATRO CORTO. Es un espectáculo teatral Aristotélico, estructurado por 4 piezas cortas para teatro, escritas por diferentes autores, de distintos paises y épocas de la historia, como Mexico con Salvador Novo "El joven II" y Victor Manuel Diez Barroso,"Verdad y Mentira" España con José Sanchis Sinisterra "Casi todas locas" y Suecia con August Satrindberg "la mas fuerte".

 Desde mi punto de vista como Director de la obra... es un reto para la creación, la puesta en escena y la interpretación de los textos por medio de los personajes encarnados en los actores y actrices del grupo, pues los cuatro autores coinciden en el resentimiento y la soledad como base para sus dramaturgias y esta coincidencia se revela tambien en nosotros cuando en la busqueda de hacer un teatro diferente, cargado de intensiones y carga dramatica encontramos una linea temática teatral escrita con tanta visión y coherencia que parecen escritas para la época actual.

Teatro Corto es entonces una provocación para hacernos hablar desde la escena, de las cosas que no se dicen, pero que estan ahí... en el silencio, en una mirada, en un gesto... en la pausada respiración de un instaante. los cuatro autores nos ofrecen desde su escritura, las grietas que derrumban el castillo, personalidades afectadas por la locura y la paranoia, sueños de libertad y movimiento y la linea que divide a la realidad de la fantasía.

En el montaje buscamos que prime la palabra hablada/actuada, la acción debe venir del interior del personaje para que las vivencias escenicas sean únicas por el instante que se instalan como sensaciones en el escenario y nos dominan.


CASI TODAS LOCAS. José Sanchís Sinisterra. España. 1940.
 hace parte de BREVERIAS, Selección de cuatro textos: Transacción, Mísero Próspero, De tigres y Casi Todas locas, elegidas entre otras para componer una dramaturgia propia que tienen una unidad temática y un hilo conductor común: La mujer.
La presencia femenina es vital en toda la obra y está presente incluso cuando en escena no hay personaje femenino. Un viaje fragmentado sobre "lo femenino versus lo masculino". Una indagación sobre un muestrario del universo de la mujer desde distintas perspectivas, y que como persona que es, se encuentra en todas las circunstancias de la vida, desde lo colectivo hasta lo individual, representando papeles iguales, complementarios o de choque al del hombre.

Desde el punto de vista para – teatral, la pieza argumenta un interna reflexión sobre la saturación que generan las relaciones amorosas traumáticas, muchas de ellas terminan en el suicidio.

 Elenco:  MarlonVasquez.
              Daniel Morales


 
LA MÁS FUERTE. August Strindberg.  Suecia. 1849 – 1912.

La imagen de dos mujeres frente a frente se transforma en la de una mujer acechada por su doble.  Fuerza y debilidad se atraen y se repelen en acompasados juegos de suspenso y tensión, un diálogo signado por las puntuaciones del silencio deviene en vigoroso soliloquio que recrea fugazmente el fantasma de aniquilación. Dos mujeres, una, la más fuerte. La obra, contiene cantidad de matices que permite pasar por diferentes estados y climas. En la interpretación varían los estilos, el humor no está ausente y situaciones cargadas de ambigüedad producen cierta inquietud. Las características estéticas y el estilo de trabajo y temática llevan a Teatro Zebra a realizar "La más fuerte''. Tanto las actrices como el director han experimentado anteriormente en el Teatro de la imagen. Por medio de la palabra esta fusión nos permite ver, escuchar y activar así la imaginación que es lo que el Teatro con contenido obra sobre el espectador.  Hoy La más Fuerte está considerada como uno de los más brillantes monólogos de la historia del teatro. 

Elenco: Astrid Tangarife
            Andrea Montoya.


                                 

                                

                                EL JOVEN II.   Monólogo de  Salvador Novo, México 1904 – 1974. 
Que devela  a un alma joven  reprochando a un viejo que duerme, sobre las cosas buenas que no ha podido hacer en la vida, señalando también las acciones que caracterizan su absurda existencia… El alma joven, que ronda esa noche, espera obtener la libertad, por medio del cuerpo- texto- voz- movimiento… recreamos un canto a la belleza del pensamiento no revelado.

Elenco:  Wilson A. Zapata.
              Javier Loaiza








VERDAD Y MENTIRA. Victor Manuel Diez barroso.  México. 1890 – 1936.
   
En esta pieza se explotan recursos Pirandellianos, recreando teatro dentro del teatro. Se entrelaza la supuesta realidad de la representación que se da al interior de la obra, la trama se desarrolla en dos momentos con los mismos personajes  y casi con las mismas situaciones. Psicológicamente plantea el manejo de la doble identidad y resalta la atención que produce la presencia del otro.
En términos coloquiales, en esta última pieza, se condensan y cierran las tres obras iniciales y se da fin a un gran ensayo general, justo antes de abrir las puertas del teatro y recibir al gran público.

Elenco:  Oscar Pulgarín.
                                                                                                 Catalina Salazar.
                                                                                                 Astrid Tangarife.


Dirección general.
WILSON ABAD ZAPATA.
Corporación de teatro Zebra 2012.




Pero para comprender mejor la significancia del teatro Corto, veamos un pequeño marco historico del tema realizado por la profesora AGUSTINA ARAGÓN PIVIDAL. profesora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y directora de escena. 


EL CONOCIMIENTO DEL MUNDO
 ENCERRADO EN EL TEATRO CORTO. 

"Pocos han sido los estudios estéticos, normativos o descriptivos, que se han ocupado del teatro corto en la misma época en la que este teatro se desarrollaba. De ahí toda esa confusión terminológica que predominó sobre las diferentes formas de teatro corto sin contornos precisos, la interconexión de los diferentes géneros y la reducción a considerarse, prioritariamente, como un teatro de simple entretenimiento para el público y, por supuesto, para la mayoría de los autores.

La historia del teatro corto hasta el siglo XX ha sido la historia de una forma artística marginada, que no se preocupó excesivamente por definir unas categorías estéticas a las que adscribirse –a pesar de que las tuviese–, que no supo definir sus propias reglas. La hipótesis sobre su desarrollo o deterioro, su éxito o fracaso entre el público, su mayor o menor aceptación por parte de la crítica, su ocupación por parte de autores más o menos prestigiosos de la época es que quizá pueda deberse a causas también ideológicas –sin descartar las demás–, es decir, a razones que tienen más que ver con la propia cosmovisión del mundo que estas obras planteaban. El teatro corto del siglo XVII se caracteriza por ser parasitario del teatro largo en cuanto a puesta de escena (se intercala entre obras de mayor envergadura) y deficitario respecto a éste en cuanto a forma y contenido (trama poco elaborada, situaciones sinópticas alrededor de una anécdota, estructura rudimentaria, primigenia), mientras que su origen no deja de ser el mismo: ceremonias religiosas o ritos paganos, aunque de desfiles paródicos y cómicos de éstos.

Muchas cosas diferencian, por lo tanto, el teatro corto del largo en su nacimiento y posterior desarrollo, pero debía ser así mientras estuviera supeditado a él. Grandes autores siguen escribiendo teatro corto en los siglos posteriores, aunque, eso sí, considerándolo una forma sin muchas aspiraciones o de calado poco menos que popular. Desde mediados del siglo XVIII y en el XIX se elabora un teatro corto algo más serio que los entremeses: los sainetes, que, coincidiendo con el nacimiento de la comedia de costumbres e imitándola, se adaptan a fórmulas más sutiles. Sus características: situación única; esbozo breve de conflicto; el elemento principal no es el personaje en su complejidad y solidez de construcción, sino la mímesis de acciones; no es transmisor de ideas complejas, pero tiene una intención moralizante... A finales del siglo XIX, la fórmula del sainete decae, proceso que coincide con su aislamiento o marginalidad en cuanto a puesta en escena, debido a que las piezas largas empiezan a representarse solas. Analicemos este hecho más profundamente. Mientras la representación del teatro corto dependió del teatro largo, además de ser formalmente diferente, se constituyó como una visión del mundo totalmente distinta a la del género largo. Retrataba un mundo vuelto del revés, donde se hablaba de unas clases sociales que no eran la dominantes, en un tono que no era el formal, severo y culto de las obras largas, en resumen: no había obra corta que no tuviese una referencia punzante, que no fuese crítica a la realidad y a la sociedad. Simplemente –y, diríamos, fundamentalmente–, eran el contrapunto de la obra larga, del mundo que ésta presentaba.
Pero ser el contrapunto significó ser su complemento, lo cual garantizó su supervivencia. Los entremeses, escenificados junto a la comedia, ofrecían una visión completa de la realidad a los espectadores que asistían a la fiesta. Éste se burlaba de y criticaba, mediante la sátira, las costumbres de la época, invertía los valores vigentes, retrataba todas las debilidades de lo humano... Enmarcado en una gran fiesta de teatro, donde el eje principal era la comedia, exponía, preconizaba justo lo contrario a lo que defendía la comedia. En El retablo de las maravillas de Cervantes se ridiculiza la creencia nacional de la pureza de la sangre, una de las normas fundamentales que sustenta el código del honor de las comedias, y que, muy probablemente, trataba la comedia en la que dicho entremés se intercalaba. Este género, del que se decía que podía hacer que una comedia mala pareciese buena o que una buena pareciese aún mejor, no sólo entretenía al público y ayudaba a mantener su atención, sino que completaba el espectáculo y ofrecía otro código de valores, otra realidad, que hoy consideramos casi documental de la época, muy distinta, contrapuesta a la que ofrecía la comedia. Su andadura en solitario se inicia, por lo tanto, cuando ya no es contrapunto y complemento del género largo, sino que se convierte en lo mismo que el género largo, cuando comienza a desarrollar formas y contenidos que hasta entonces le estaban vetadas y propias del teatro de mayor extensión.

 En resumen: cuando la visión del mundo en el teatro corto es la misma que la del largo. En 1780 el entremés es sustituido por el sainete costumbrista, invento de don Ramón de la Cruz. A pesar de su éxito, tiene muchos detractores, entre ellos, Leandro Fernández de Moratín, quien dirá del género que sustituye «el desaliño y rudeza villanesca de nuestros antiguos entremeses (por) la imitación exacta y graciosa de las modernas costumbres del pueblo», pero «nunca supo inventar una combinación dramática de justa grandeza, un interés bien sostenido, un nudo, un desenlace natural; sus figuras nunca forman un grupo dispuesto con arte, pero examinadas separadamente, casi todas están imitadas de la naturaleza con admirable fidelidad». Es decir, el sainete costumbrista del XVIII y XIX es ya igual que la «comedia nueva» de Moratín, pero con muchas imperfecciones comparado con ella. Esta comparación desacreditadora de Moratín viene a indicar que algo tienen en común: la misma concepción del mundo y del hombre dentro de él. Por mucho que los personajes varíen en ocasiones –la mayoría de las veces clases más bajas y populares–, lo que se pretende es la enseñanza moral desde el mismo código de valores que el de la clase media incipiente. Teatro de propaganda moral y no de «mundo al revés». Sin embargo, claro está, no puede llegar a su grandeza, a su intensa elaboración estructural y temática debido a su brevedad.
Y, entonces, se le achacan una serie de carencias calificándolo de defectuoso (esto nunca ocurrió con el entremés), contra las que nada puede y de las que ya hemos hablado: personajes desdibujados, sin caracterizar, ausencia de conflicto y de ideas complejas, estructura forzada... Se considera así, por lo tanto, un género pobre respecto al largo e, inevitablemente, llega su final y el menosprecio del público. (Cuando gozó de éxito de público se debió a su carácter más popular, es decir, a lo que seguía teniendo de entremés.)

 Esto pudo ser el fin del teatro corto. De hecho, decae considerablemente su representación desde que se deja de intercalar con la obra larga y se margina, por motivos obvios, a espacios alternativos. Sin embargo, el siglo XX lo redescubre desde la escritura, superando esa fase nefasta de imitación del género largo, y encuentra en este género un filón para experimentar muy favorable y fructífero, dando un giro espectacular a su producción, que se enriquece desde los dos frentes: formal y temático. En el siglo XX, el teatro corto se ha extendido a todos los estilos y funciones. Ha experimentado notables y complejos cambios con el tránsito del siglo. Ya no es ni entremés (una visión parcial de la realidad) ni sainete (idéntica visión de la realidad que el resto de los dramas), es mucho más. En este siglo XX hemos visto superada definitivamente la visión decimonónica del arte, con su concepción de la razón ilustrada y burguesa –que nos prometía la emancipación, pero que se ha descubierto como excesivamente formal, cuya tendencia es producir sistemas unitarios y sin contradicciones, y que, por lo tanto, no atiende a la pluralidad y diversidad, sino a la identidad, liquidando con ello al individuo autónomo– y exclusivamente instrumental, ya que tiende a la cosificación de todo, sobre todo, del individuo. El siglo pasado, siglo de crisis y, por lo tanto, de análisis fundamentalmente crítico, hace del arte una de las parcelas capaz de escapar de esa racionalidad, y convertirse en un elemento de subversión. Encierra y descubre en sí mismo un grito de protesta contra un mundo inhumano y opresivo. Por lo tanto, su discurso no puede ser dominador, sino crítico, de denuncia y de negación de la sociedad. De ahí que los textos dramáticos se hayan planteado la disolución del conflicto, del personaje, de la historia, de la palabra, en su intento por evitar un discurso racional identificador y científico. Por eso tiene a la fuerza que ser enigmático, porque niega las formas de comunicación y percepción habituales, frustra nuestras expectativas de comprensión en tanto que permanece como un enigma irresuelto que difiere su sentido último. El teatro corto ha sido seguramente el que mejor ha realizado y puede seguir realizando y explorando este proyecto artístico –y he ahí sus obligadas deficiencias convertidas en ventajas–, ya que en el teatro corto es donde la necesaria síntesis permite y contribuye a la exploración sobre lo (in)esencial del personaje (o sujeto), lo (in)esencial del conflicto (u objeto), lo (in)esencial de la fábula (o acción), lo (in)esencial de la palabra (o racionalidad). Si Beckett, que pasa por el destructor de todo lo construido y, aún hoy, es acusado erróneamente de antiteatral –pero al que nadie le niega la contribución de marcar un antes y un después en la historia de la literatura dramática– escribe más obras cortas que largas, por algo debe ser. Es que él encontró en el teatro corto, por una parte, lo necesario mínimo e imprescindible para seguir haciendo teatro y teatro radical –no necesitaba más– y deconstruyó la dicotomía de sujeto y objeto, la noción de historia (teleológica) y la palabra como herramienta que nos permite el acceso a la realidad.







Hoy, después de que Beckett hiciese la pieza más corta de la historia, de un minuto de duración, Aliento, en el que el sonido grabado del aliento o respiración de una persona se subrayase con un simple efecto de luz, sabemos qué elementos son indispensables para que podamos hablar de teatro: el mínimo personaje, el mínimo espacio, la mínima acción y la mínima palabra, o ausencia de ella. Todo un ejercicio de pobreza teatral, que se manifiesta en la búsqueda de la reducción, pero que coincide con la pobreza real y física del hombre y la pérdida de sentido, y no sólo la formal de los vanguardistas. Cierto que el suyo fue un camino ascendente de deconstrucción y que, después de él, están muchos embarcados en el proceso de reconstrucción –y no sólo desde el campo de la escritura– del teatro y, a través de él, del mundo, del sujeto y de la razón. Pero que sea sin volver atrás. Aunque algunos hay, también autores, que todavía no se quieran enterar del camino recorrido en este siglo. En el siglo XXI el teatro corto tiene más sentido que nunca. Ahora el corto es el teatro que puede innovar reconstruyendo, el que puede ir por delante del largo en experimentación, porque se sitúa, o más bien lo hemos situado, al margen de la representación inmediata, y por eso se ha convertido en un ejercicio mucho más libre de escritura (y he ahí que una desventaja puede, otra vez, convertirse en ventaja). Al margen de que la tendencia de la duración de la representación sea cada vez la de ser más corta, debido a varios motivos, y eso pueda también beneficiar al teatro corto respecto a la otra característica genuina de esta forma –su brevedad y necesaria síntesis–, la causa es que, en la representación, estamos más atados al gusto del público, y el público, mucho más el de teatro, reconozcámoslo, sigue siendo, en su mayoría, retrógrado y decimonónico. Posiblemente, aún no le ha llegado su momento al teatro corto, pero no por eso se trata de un proyecto inacabado: sólo hace falta corroborarlo en la lectura. " y las puestas en escena.


 EL GRUPO... Teatro Zebra. Nace en Manrique en el año 2. 000.  Su trabajo se basa en la investigación y puestas en escena  que invitan a reflexionar  por su caracter social y su criterio ético. Se expresa bajo la dirección general de Wilson Abad Zapata. como colectivo regresa (después de 4 años) a los escenarios de Medellín y el mundo con su clásico TEATRO CORTO. sin pretensiones pero también sin importaculismos, después de realizar  teatro a pedido, propagandas, campañas institucionales, engrosar las filas de otras cuadrillas de hombres y mujeres, guerreros y musas, poetas y obreros de la escena y ofrendar nuestra sangre, sudor, lagrimas, conocimiento, experiencias y muchas horas de trabajo en otras latitudes, escenarios e historias, nuestro equipo se reúne de nuevo; más viejitos es verdad... pero con hambre y rabia... hambre de mostrar nuevos autores, tantearnos en escena unos a otros para hacer un teatro que se desplaza por el filo de la espada... rabia creativa y misteriosa que nos convoca a instalarnos en el tiempo y el espacio que nos tocó vivir... rabia para tomar partido en este espacio y este tiempo aparentemente más cómodo y veloz… pero también más ajeno al dolor del prójimo, más encerrado en sí mismo… Más inhóspito y árido para el encuentro con la literatura, el dialogo, el movimiento, el silencio, la música, la luz y el color… EL TEATRO…

Próximo mes de Agosto de 2012, en el teatro Elemental  de la ciudad de Medellín.
16, 17 y 18. 23, 24 y 25.              8: 00 de la noche.  217 63 75.
 @zebrateatro.  teatrozebra@hotmail.com. abadliterario@gmail.com.



SILENO.

En la mitología griega Sileno (en griego Σειληνός o Σιληνός) era un viejo sátiro, dios menor de la embriaguez. Era el padre adoptivo, preceptor y leal compañero de Dioniso, el dios del vino, al tiempo que era descrito como el más viejo, sabio y borracho de sus seguidores. Su equivalente en la mitología romana era Silvano, cuyo nombre significa simplemente «de los bosques», y en la mitología etrusca Selvans.

Sileno suele considerarse hijo de Hermes, como sucede con la mayoría de los sátiros, pero en otras tradiciones se le hace hijo de Pan con una ninfa, o de Pan con Gea. Como con Dioniso, se situaba su lugar de nacimiento en Nisa (Asia).

Sileno conocido por sus excesos con el alcohol, pues su amor por el vino era su pasión. Por ello solía estar borracho y tenía que ser sostenido por otros sátiros o llevado en burro. Sin embargo los de su raza no podían seguir bebiendo indefinidamente como habrían querido, pues eran mortales como se deduce de sus tumbas, halladas tanto en la tierra de los hebreos como en Pérgamo.

Se decía que cuando estaba ebrio Sileno poseía una sabiduría especial y el don de la profecía. El rey frigio Midas estaba ansioso por aprender de Sileno y capturó al anciano echando licor a una fuente de la que Sileno solía beber. Cuando cayó dormido, los sirvientes del rey le agarraron y llevaron a su señor. Sileno compartió con el rey una filosofía pesimista: que lo mejor para un hombre es no nacer, y que si nacía, debía morir lo más pronto posible.

Una versión alternativa cuenta que, tras la muerte de Orfeo, Dioniso marchó a Frigia (algunos dicen que de camino a la India) seguido de su habitual séquito de sátiros y ménades, del que formaba parte Sileno. Éste, abrumado por la vejez y el vino, terminó por perderse y fue capturado por campesinos, quienes le llevaron ante el rey Midas, quien ya le conocía y se alegró mucho al verlo, pues tenía así la ocasión de celebrar una alegre fiesta. Se cuenta que Sileno y el rey (que también tenía una gran experiencia con el vino) estuvieron diez días y diez noches de fiesta, tras los cuales el anciano fue devuelto a Dioniso. Éste concedió un deseo a Midas en agradecimiento a su hospitalidad hacia su padre adoptivo. El rey pidió entonces el don de transformar en oro todo lo que tocase. Otra historia es que Sileno había sido capturado por dos pastores, a los que obsequió con historias asombrosas.

Sileno contaba (aunque puede que lo soñase) que protegió al infante Dioniso de la ira de Hera, y que luego le ayudó durante la Gigantomaquia, matando al gigante Encélado, a quien se suele creer que aniquiló Atenea arrojándole encima la isla de Sicilia. Más tarde, persiguiendo a los piratas que había atacado a Dioniso, Sileno llegó a la isla que habitaba Polifemo. Allí fue apresado por los Cíclopes y hecho su sirviente, y allí seguía cuando Odiseo fue desviado por las tormentas a la isla, donde terminaría cegando a Polifemo para escapar.

Se le atribuye, junto con Marsias, la invención de la flauta, así como de una danza particular, llamada en su honor el sileno.

En la sátira de Eurípides Los cíclopes, Sileno es abandonado con los sátiros en Sicilia, donde han sido esclavizados por los cíclopes. Son los elementos cómicos de la historia, que es básicamente una versión teatral del libro IX de la Odisea de Homero. Sileno se refiere a los sátiros como sus hijos durante la obra.

Los tres silenos.

Algunas tradiciones consideran a Sileno padre de la tribu de los Sátiros. Los tres mayores de éstos, llamados Marón, Leneo y Astreo, eran iguales a su padre y por ellos fueron también conocidos como silenos. Según algunas versiones habrían sido ellos los padres de los sátiros (de los que entonces sería Sileno su abuelo). Los tres estuvieron en el séquito de Dioniso cuando éste viajó a la India, y de hecho Astreo era el conductor de su carro.
También se cuenta que Sileno fue padre con una de las melias (pero no con Melia) de Folo, uno de los Centauros, y de Dolion, quien vivió en Ascania, al norte de Asia Menor.

 

Orígenes

Sileno ebrio (Museo del Louvre). Detalle de la cabeza, en la que se puede apreciar la exagerada fealdad con que era representado este dios menor.
Originalmente los silenos eran ipotanes (seres mitad caballo mitad humano, a diferencia de los sátiros normales, que eran mitad cabra mitad humano) que formaban parte del cortejo de Dioniso cuando llegaban a la vejez. Los silenos eran borrachos y joviales, y tenían un aspecto parecido al de los demás miembros de su raza, salvo porque solían ser feos, calvos, obesos y barrigudos, de gruesos labios y narices, y tenían piernas de humano aunque conservaban las orejas de asno y la cola de caballo. En ocasiones también se les representaba coronados con cuernos de buey.
Posteriormente los silenos perdieron su carácter plural y sólo se hacían referencias a un individuo llamado Sileno.
Se consideraba que Sócrates se asemejaba a un sileno. Tanto es así, que en el museo del Louvre se conserva un famoso busto en el que se le representa con estas características.
Por antonomasia, se da a veces el nombre de silenos a los sátiros, y en la mitología romana, a los faunos y los silvanos.
Algunos especialistas plantean la hipótesis de que el origen de las leyendas sobre silenos, faunos y ninfas sea el recuerdo de encuentros con antiguos homínidos.
Alusiones literarias
Y más, que no tendré a deshonra la tal caballería, porque me acuerdo haber leído que aquel buen viejo Sileno, ayo y pedagogo del alegre dios de la risa, cuando entró en la ciudad de las cien puertas iba, muy a su placer, caballero sobre un muy hermoso asno.
...también le habló del verano, cuando los bosques eran verdes y el viejo Sileno montado en su rechoncho asno acostumbraba a visitarlos.
(Cita, Francisco de Quevedo, prólogo, "Los sueños") - "Y guárdense no les suceda a los tales lo que al asno de Sileno que puso Júpiter entre las estrellas..."
Referencias
  • J. March, Cassell's Dictionary Of Classical Mythology, Londres, 1999. ISBN 0-304-35161-X
Enlaces externos